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El agradecimiento de una persona Buena

Agradecimiento de Ángel García Contreras a las personas que le atendieron en la Planta 3 Bloque A del Hospital de Salamanca

Dicen que la kenopsia es la experiencia que percibes cuando te encuentras en un lugar vacío que habitualmente está lleno de gente o repleto de bullicio. Experimento esta sensación en las mañanas en que me levanto temprano para ver las primeras luces del día, con las persianas de los edificios aún bajadas y ni un alma por la calle. Es entonces cuando me da por pensar en las personas a las que he perdido en el camino pero que aún siguen conmigo, segura de que me acompañarán siempre. Cuando alguien que me importa fallece, en el amanecer del siguiente día, acude a mi pensamiento la idea de que él o ella ya no verán el primer sol de este día único que yo sí viviré. Esto me ocurre esta mañana con Ángel, voluntario de Cáritas en Ciudad Rodrigo, mi compañero de trabajo en los últimos años.

A él le debo además una promesa. Como mi labor tiene que ver con la radio y la prensa, en sus últimas semanas de vida él les dijo a sus hijos que me tenían que avisar para que agradeciera públicamente lo bien que le estaban tratando en el hospital.

De modo que así lo hago público: GRACIAS a todo el equipo de profesionales, médicos, enfermeras y auxiliares que atendieron a Ángel García Contreras en el tiempo que estuvo ingresado en la Planta 3 Bloque A del Hospital Universitario de Salamanca.

Espero que les llegue este agradecimiento porque está realizado desde lo más profundo del corazón, por una persona Buena con mayúscula, generosa cien por cien y con una sonrisa eterna, Ángel.

Imaginaos lo buena que tiene que ser una persona cuando entre sus pensamientos últimos se encuentra la palabra AGRADECER. Ángel era esa persona que sabe acoger, que destaca por su sencillez, por el buen trato, por el valorar los gestos pequeños, por estar disponible Siempre para ayudar en aquello que necesitasen los demás, por cumplir con su compromiso social. Era una persona familiar y atenta, discreta, de esas gentes que van por la vida sin hacer ruido, pero cuya labor resulta imprescindible para que todo funcione. Le encantaba escuchar la radio, tenía bolis siempre a mano para el que lo necesitaba y le ponía ilusión a todo lo que hacía, por muy simple que pareciera. Ángel tenía el don de hacer honor a su nombre con todo aquel que le rodeaba.

Hoy, en el silencio del amanecer, va mi primer pensamiento para él. Cumplo el encargo que me hicieron sus hijos en su nombre y siento que, a pesar de su ausencia, siempre contaremos con su amabilidad, su bondad y sonrisa, como una enseñanza de Vida que permanece más allá del tiempo y del espacio. Gracias Ángel, compañero.

(Rebeca Jerez Hernández)